sábado, 23 de mayo de 2009

Spamalot, el musical




El 10 de mayo tuve la suerte de poder acudir a la última función del musical Spamalot que se representaba en el teatro Victoria de Barcelona.

Cuando llegué al teatro, es cierto que ya tenía una idea ligera de que me iba a encontrar: un refrito de gags de los Monty Phyton que giran entorno a la película Los caballeros de la mesa cuadrada adaptada al género musical; producida seguramente ante la creciente moda de adaptar grandes filmes de años pretéritos a este género en un intento desesperado por recaudar ingresos de una forma fácil y rápida. Todo es cierto, es exactamente lo que uno puede sentir y contemplar sentado en su butaca. Pero todos esos prejuicios se desvanecen ante la calidad de los actores, la música, los decorados y la frescura perenne de un guión cien por cien Monty Phyton.

La obra comienza con el historiador introduciéndonos en el contexto de la obra, la England, que no Finland (acudan al teatro para entenderlo), de la Edad Media. A medida que el rey Arturo, interpretado por Jordi Bosch, va avanzando en su misión junto al escudero Patsy; van apareciendo los caballeros que deben ayudarle en la cruzada de encontrar el Santo Grial. Escenas sacadas del filme Los caballeros de la mesa cuadrada, como la del castillo de los franceses, o el bosque de los hombres que dicen “Mi”, son ejemplos del humor surrealista que desprende esta obra. Estos son momentos capaces de provocar continuas carcajadas entre el público y el propio elenco de actores, que muchas veces tienen que contener la risa ante alguno de los arrebatos de improvisación de Edu Soto o de Fernando Gil, en los papeles de Sir Galahad i Sir Lancelot, respectivamente.

Las canciones, escritas por el propio Eric Idle en su versión inglesa, son el máximo atractivo de la obra por su extravagancia, irreverencia y, por supuesto, humor desbordante. Junto con los espectaculares e iluminados decorados, la música nos hace sentir como en un verdadero musical de Broadway en pleno Paralelo de Barcelona. Esto, rematado por la bellísima voz de la dama del lago, una mezcla entre hada y diva, interpretada por Marta Ribera, hace que este musical no tenga nada que envidiar a otros espectáculos como “Chicago” o “Grease”, musicales a mi parecer mucho más sosos ( y eso que me forman parte de un género particularmente me encanta.)

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