sábado, 14 de marzo de 2009

"Caminante no hay camino, se hace camino al andar"

Hoy día cuando queremos irnos de viaje solemos recurrir a páginas web de agencias como edreams o logitravel que nos ayuden a escoger las mejores ofertas para poder ir a esos lugares que queremos conocer. Pero hoy quisiera hablar de otro tipo de viaje, uno que no se consulta en ninguna página web, ni en un catálogo, ni en una revista de agencia. Hablo del viaje de la odisea que nos espera des del primer llanto de bebé hasta el último suspiro de morir. Hablo de la odisea de la vida. La vida está llena de altos y bajos, de momentos para recordar y otros para superar, y sino que se lo digan al pobre Ulises que en su viaje a Ítaca tuvo que superar decenas de baches para poder volver con su querida Penélope.Así lo narró Homero y así lo narró también Konstantínos Kaváfis en su poema Viaje a Ítaca.


En este poema fechado en 1911, Kavafis hace referencia al mítico viaje de Ulises, una de las obras más importantes del autor griego, Homero, del cual se sabe más bien poco, pero que dejó para la posteridad dos de las mejores obras de la literatura: la Odisea y la Iliada. Con este poema el autor trató de plasma su visión de la vida y del cumplimiento de los sueños sirviéndose de la leyenda para explicarlo. El poeta cuenta el viaje como forma de conocimiento, de sabiduría y de enriquecimiento personal. El destino no es importante en sí mismo, sino aquello que ha hecho marcarse un camino propio, un camino que se sigue para llegar a ese destino: Ítaca. En el Cuaderno de Bitácoras definían Ítaca como el pretexto de partir para crecer para volver a vivir con los cinco sentidos desplegados sobre el universo y el mundo que nos rodea, fascina y a veces trajina. Creo que ese es también el sentido de mi viaje a Ítaca.

Mi destino no es llegar a la Ítaca de Ulises, sino llegar a una Ítaca que aún desconozco pero que persigo como un sueño. No se dónde está, no sé que será, no sé si tendrá algo especial guardado para mí, pero sé que lo de menos es el destino de este viaje.


Hace tres años que éste empezó. Mi primera aventura después de dieciocho años viviendo bajo el arrullo y el consuelo de mis padres. Al llegar a Barcelona, corté con todo aquello que me había rodeado desde que empecé con el potito y el chupete al triciclo y patinete. Me tocaba crecer y vivir mi propia y principal aventura: encontrarme a mi misma, y por fin, ser yo.


Tres años de viaje llevo, ¡y los que me quedan todavía! Años me quedan para descubrir que se esconde más allá de la línea del horizonte. Ítaca representa el placer de deambular por las calles y mercados del mundo, de sentarme en los cafés, de hablar con la gente, de disfrutar, de impregnarme de olores y sabores, de sumergirme en el bullicio de la vida, de aprender, de vivir, de viajar.

Dicen que la vida es como una rueda, lo que nace, nace para morir, lo que muere, muere para nacer. Supongo que es mejor disfrutar cada momento, hasta de los malos, pues son necesarios porque algo bueno siempre se saca de ellos. Agradece las pequeñas cosas de la vida: un abrazo, unas palabras de aliento, un amigo. La vida es una rueda, y debes rodar con ella. Aprender a ser feliz es el camino.

Y es que ya lo decía Machado con “caminante no hay camino, se hace camino al andar”.



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